Francisco Cerezo nació el 19 de enero de 1919 en el pueblo de Villargordo (Jaén), donde vivió hasta los catorce años. Fue el séptimo de los nueve hijos de José Cerezo Rodríguez, herrero de profesión, natural de Marmolejo, y de Juana Moreno Mateos, hija de Villargordo.
Como el propio pintor recordaba y contaba, sus primeros dibujos los hacía en la blanca cal de las paredes de las casas del pueblo y ya de una forma más ortodoxa, en la escuela de Villargordo, donde fue alumno del entrañable maestro D. Alfonso Carrasco.
Tras la muerte de su padre en 1933 la familia se trasladó de Villargordo a Jaén capital, en cuya escuela de Artes y Oficios se matriculó para recibir clases de Dibujo Artístico. Tuvo como profesores a D. Pedro Márquez Montilla, animador de Cerezo durante toda su carrera, y D. Pablo Martín del Castillo.
Siempre se consideró un pintor autodidacta, y comoquiera en la Escuela de Artes y Oficios casi todo lo que le enseñaban era Dibujo, adquirió su formación pictórica estudiando profundamente el natural y la figura humana, el bodegón y el paisaje. D. Enrique Cañada Pérez, profesor de Pintura Mural, lo inició en la pintura al explicarle, una tarde, la teoría del color. Algunos compañeros de esta primera etapa fueron los artistas Manuel Serrano Cuesta, Rafael Ortega, Rufino Martos, Antonio Povedano y Alfonso Parras.
Hizo sus primeras exposiciones en 1944, en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Jaén y en el círculo Nueva Peña, y ese mismo año obtuvo la medalla de oro en la III Exposición Provincial de Arte con su dibujo “Nocturno del Castillo de Otíñar”, organizada por la obra sindical Educación y Descanso.
En esa época comenzó a tomar fama como dibujante y a publicar sus dibujos en conocidas revistas provinciales, como «Paisaje».
En 1947 fue pensionado por la Diputación de Jaén para ampliar estudios con el pintor Julio Moisés Fernández de Villasante en Madrid, y durante tres años asistió a las clases del Círculo de Bellas Artes de la capital de España. En su etapa madrileña conoció al restaurador Enrique Rodero, con el que aprendió las técnicas de la restauración. En este ambiente artístico que lo rodeaba hizo amistad con anticuarios de la villa y corte, que lo introdujeron en este fascinante mundo al que tan ligado estaba. También en Madrid, y un poco por necesidad, se inició en las tablas tipo “Tellers” o de antiguos flamencos, con las que tuvo mucho éxito.
En 1950, cuando regresó a Jaén, instaló un taller de restauración en la ciudad, y ubicó su estudio en un antiguo edificio de gran poder evocador, el Camarín de Jesús, cuya demolición definitiva se evitó en gran parte gracias al tesón del maestro Cerezo, que se mantuvo firme y, pese a las presiones, no abandonó aquel espacio hasta que una figura de protección legal evitase su desaparición. Fue este singular estudio punto de reunión de artistas y poetas giennenses de la posguerra.
Instalado permanentemente ya en Jaén, inició una nueva etapa creadora: bodegones, retratos a la sociedad local del momento, rincones del Jaén antiguo y de sus pueblos, castillos y atalayas, etc. Fruto de este trabajo es una importante colección de dibujos que se guardan en los fondos de su museo de Villargordo.
En 1957 logró la medalla de plata “Premio Granada” en la exposición nacional organizada, en Arjona, por el grupo Los Nazaritas. Un año después ingresó en la Escuela Superior de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla y consiguió el primer premio nacional de pintura del Excmo. Ayuntamiento de Jaén con su cuadro “El fumador”, expuesto prácticamente desde entonces en el Museo Provincial de Jaén.
En 1960, por encargo del Cabildo de la Catedral de Jaén, restauró la colección de pinturas y esculturas del Museo Diocesano, un Crucificado de Sebastián Martínez y el magnífico relieve de la Santa Cena. Restauró igualmente algunos cuadros para la capilla de San Andrés de Jaén. Ese mismo año firmó unas de sus obras más elogiadas, el retrato del deán De la Fuente González.
Fue en el año 1961 cuando Cerezo pintó su conocido cuadro “Aceituneros”, tema que lo apasionaba y le traía recuerdos de su infancia. Obtuvo con esta obra la medalla de oro de la «I Exposición de Invierno de Andalucía». Precisamente en el 61, el profesor D. Manuel Capel Margarito publicó una biografía crítica sobre el pintor en la colección “Artistas Giennenses”.
Tras un paréntesis en su creación pictórica para dedicarse más de lleno a la restauración, en 1963 ingresó en el Instituto Central de Restauración de Madrid. Durante esos años formó parte de los grupos La Bohemia, de Hidalgo de Caviedes; Andrés de Vandelvira, Los Nazaritas o Pintores de Jaén (de este último fue, además, miembro fundador), colectivos artísticos con los que participó en multitud de exposiciones colectivas.
Le encargan para el Parador de Turismo de Jaén una serie de pinturas, entre las que se encuentra el conocido e icónico retrato del condestable Miguel Lucas de Iranzo, para el que tomó como modelo a su amigo Bonifacio Gutiérrez, profesor y pintor con el que colaboró en varios retablos de iglesias jiennenses.
En 1967 rebasó las fronteras nacionales y expuso su obra en la ciudad de Nueva York (Estados Unidos), concretamente en la galería del Ministerio Información y Turismo.
En 1969 realizó de nuevo restauraciones para la Catedral de Jaén, la Santa Capilla de San Andrés y el Museo Provincial de Jaén.
Por encargo de la Dirección General de Bellas Artes, en 1970 hizo restauraciones para diferentes monumentos y museos de Toledo, Cáceres, Cuenca, Sevilla, Huelva y Jaén. Investigó y dibujó “in situ” los castillos y atalayas de la provincia de Jaén, labor que le ocupó varios años de esfuerzo y que culminó con la publicación, en 1989, de su libro “Castillos y Atalayas del Reino de Jaén”, con textos del célebre escritor Juan Eslava Galán.
En 1974 conoció el pueblo de Segura de la Sierra y quedó profundamente impresionado por su luz clara y limpia. Allí pasó largas temporadas en su casa-estudio pintando escenas costumbristas, bodegones y apuntes; estudiaba con sus paisajes esa luz mágica que baña Segura y que marcó en Cerezo una nueva manera de hacer su pintura.
Expuso una serie de tablas con motivos de Segura de la Sierra en 1978, en la sala del Castillo de Jaén. Ese mismo año ingresó como miembro honorario en la Asociación Amigos de San Antón, participando como Ilustrador en las publicaciones de este ensolerado colectivo.
El Instituto de Estudios Giennenses, en 1981, le publicó “Mis Cuadernos de dibujo” con biografía y textos de D. Manuel López Pérez. Ese mismo año el Excmo. Ayuntamiento de Villatorres lo nombró hijo predilecto de Villargordo y le dedicó una calle, que rotuló con su nombre. En 1990 se creó el Concurso Internacional de Pintura “Cerezo Moreno”, que año tras año se sigue celebrando y ha alcanzado en 2024 su trigésimo cuarta edición.
El 4 de enero de 1995 se firmó un convenio de cooperación entre la Excma. Diputación Provincial de Jaén y el Excmo. Ayuntamiento de Villatorres para la rehabilitación de la antigua casa consistorial y su adaptación para museo dedicado a Francisco Cerezo Moreno. También el Excmo. Ayuntamiento de Segura de la Sierra le dedicó al pintor una calle esee mismo año. La Excma. Diputación de Jaén, en 1996, promovió una exposición antológica de Cerezo en sus salas provinciales, y vio la luz su libro de dibujos “Jaén, emblema del Renacimiento”, con textos de D. Pedro Galera Andréu.
Jiennense del Año de Diario JAÉN, en la modalidad de Arte, 1997, el 21 de Marzo de 1998 vio inaugurado el museo que lleva su nombre en su pueblo natal, Villargordo, el cual alberga una importante colección de su obra pictórica y un conjunto de obras de pintores amigos del pintor, así como sus magníficas colecciones de cerámica talaverana o parisina, barros ingleses de reflejos y cristal de La Granja.
Personaje solitario, no se llegó a casar porque decía tener «vocación de soltero». Falleció el día 10 de octubre de 2006, a los 87 años.